lunes, 12 de diciembre de 2011

Naturaleza: mitos, dioses y religión. (Parte 2)

En esta segunda parte intentaré explicar el camino que se ha seguido para abandonar o separar la concepción religiosa de la naturaleza o de cómo dejó de verse como un regalo divino.

En Roma prevaleció la pretensión del dominio sobre la naturaleza que hoy en día se ha traducido en el concepto de ingeniería, sin embargo, en el Medievo, San Alberto Magno o San Francisco de Asís propugnan una visión naturalista de la Creación.


Llegamos a la Ilustración cuando se produce una dicotomía; por un lado abundan los estudios naturalistas, pero comienza paralelamente la era industrial; más adelante la urgencia del carbón, hacía necesario extraer de la naturaleza de forma sistemática minerales para un nuevo artilugio: el ferrocarril.
Llega el siglo XIX y Darwin establece la relación entre  los seres vivos y el medio.



 A mediados de ese siglo aparece en Estados Unidos la sociedad capitalista (aunque paralelamente surgen figuras de protección de espacios naturales en USA), que rápidamente se extiende por todo el mundo, un sistema que genera desigualdades e injusticias. Como reacción surge el Comunismo de Marx, que supone un desafío al dar protagonismo al proletariado frente a las clases burguesas capitalistas. Lo curioso de ambas ideologías es su nula visión natural o medioambiental: todo es lícito para alcanzar los objetivos de ambas ideologías.


En el siglo XX se suceden las dos grandes guerras con consecuencias desastrosas, y en los cincuenta algunos científicos comienzan a dar la voz de alarma, sobre las consecuencias medioambientales de la fuerte industrialización contaminante.

 En los sesenta un movimento popular los hippies reclaman una vuelta al respeto de la naturaleza y el planeta.

La Iglesia permanece callada durante este período y acepta totalmente los postulados Liberales para combatir al comismo. En Europa el prestigio de los técnicos o ingenieros supera al de los naturalistas o científicos, hasta el punto que los primeros superan en sueldo y en oportunidades laborales en la administración pública.

En los ochenta sucede un caso extremo: se descubre la destrucción de la capa de ozono sin la cual los seres humanos no podrían vivir... ¡alarma! Comienza la concienciación social a nivel mundial del problema, la comunidad científica es unánime y los estados comienzan a incluir políticas medioambientales y se buscan alternativas a los hidrocarburos de manera seria (en parte debído a la crísis del petróleo).

En la primera década del siglo XXI Benedicto XVI aclara que contaminar el planeta es un pecado.

Sin embargo este año 2011 se publica un libro titulado: El liberalismo no es pecado, en manifiesta contradicción a lo aludido por el actual Papa, ya que el liberalismo o neoliberalismo en sí, en sus principios no contempla ninguna protección ambiental. De hecho es un capitalismo encubierto que bajo capa de libertad, justifica los fines para enriquecerse en los mercados. Solamente importa el dinero y que nadie moleste, el problema surge en el 2008 con la gran estafa de los mercados, y aún asi hay gente que estipula que el liberalismo no es un pecado, que venga Dios y lo vea, o mejor cuando acabe con todos nosotros para el beneficio de unos pocos.

Ante las continuas manifestaciones de la naturaleza, algunos ven su ira en crecientes fenómenos naturales que ocasionan grandes desastres; Tsunamis, terremotos, volcanes o incluso asteroides, que en la antigüedad acabaron y asolaron a civilizaciones enteras. Quizá estemos provocando a los dioses y la ira de la naturaleza sea su expresión, como respuesta al desprecio que hacemos al regalo que es la Tierra y desde el Olimpo responden enfurecidos...

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